Un estudio reciente publicado en la revista Journal of Archaeological Science trata la controvertida cuestión de la interpretación de las tumbas megalíticas como reflejo de sociedades igualitarias o como una práctica ideológica que trata de enmascarar una creciente desigualdad social. Mediante el análisis de 7 tumbas megalíticas de la Rioja Alavesa y de la Sierra de Cameros los autores del artículo concluyen que en el Neolítico Final hay sesgos por edad y por sexo, mientras que en el Calcolítico Medio y Final entran en juego criterios de selección de tipo socio-económico.
El planteamiento del trabajo parte de la premisa de que no toda la población es enterrada y plantean la posibilidad de analizar los patrones demográficos de los enterramientos para, comparándolos con los patrones esperados en sociedades «arcaicas», observar sesgos por edad y por sexo.
El megalitismo en la Rioja Alavesa y la Sierra de Cameros es un fenómeno que se relaciona con el megalitismo de la Meseta Norte. Tiene su apogeo al final del Neolítico aunque durante el Calcolítico algunas tumbas megalíticas se siguen utilizando, conviviendo en este caso con otro tipo de enterramientos como las fosas en cueva. Se analiza un total de 7 tumbas megalíticas, tres de Rioja Alavesa-Sonsierra (Alto de la Huesera, San Martín y La Cascaja) y cuatro de Cameros (Collado del Mallo, Peña Guerra III, Collado Palomero I y Fuente Morena), datados entre ca. 3700-1500 cal. BC. En mi opinión esta horquilla cronológica es excesivamente amplia, habida cuenta de que sólo dos dataciones superan la frontera de II milenio cal BC. Así puede plantearse una horquilla cronológica más ajustada para estos dólmenes que va desde 3700 a 2000 cal. BC, esto es algo más de 1.500 años de utilización.
La metodología del análisis demográfico es sencilla. Se ha calculado el Número Mínimo de Individuos (NMI), las estimaciones de edad se basan en criterios tales como el desarrollo dental, el tamaño de los huesos largos, el grado de osificación, la obliteración de las suturas craneales, etc. La determinación del sexo se basa en criterios directos, como la morfología de la pelvis y otros más indirectos derivados de caracteres particulares de la morfología del cráneo y de la mandíbula. Posteriormente se han agrupado los individuos por grupos de edad y sexo y se han calculado las diferencias respecto a una población con un patrón de mortalidad arcaico propio de las sociedades agrícola/pastorales, que está caracterizado por una alta mortalidad infantil. Se echa en falta un mayor detalle a la hora de explicitar la metodología que permite evaluar los procesos tafonómicos que han podido alterar la calidad del registro.
Los resultados, derivados del análisis de 248 individuos, muestran un déficit de individuos < 5 años, una abundancia de los comprendidos entre 5 y 19 años y una carencia de adultos, especialmente de maduros (40-59 años) y seniles (>60). Asimismo observan, aunque resulta más complejo de demostrar estadísticamente, un sesgo hacia el segmento masculino de la población.
Los autores encuentran la explicación de estas anomalías, una vez descartados factores de tipo tafonómico, en motivos culturales. La escasez de niños < 5 años es común al fenómeno megalítico y puede responder al estatus especial de este segmento de edad, en el que una altísima mortalidad suele ser la norma.
La abundancia de jóvenes no parece responder a causas naturales de mortalidad, aunque se plantea que su papel en el cuidado de los rebaños pudo producir una mayor exposición a patógenos de origen animal y por tanto una mortalidad excesiva, o que tuvieran una mortalidad más elevada por efecto de una dieta menos rica en proteínas. Se interrogan sobre otras causas que explique un estatus especial de este segmento de población, por ejemplo el gran impacto emocional y económico que supondría la muerte de estos individuos que, aún siendo niños, están plenamente integrados en las tareas productivas. Finalmente se discuten dos posibilidades, bien que los jóvenes se seleccionan especialmente para ser enterrados, o bien que los adultos y ancianos sean enterrados menos frecuentemente en los monumentos megalíticos.
Por último la escasez de adultos se explica bien por una exclusión deliberada o por una menor esperanza de vida que hace que los individuos maduros y seniles fuesen menos abundantes de lo esperado. No obstante los autores señalan la dificultad metodológica a la hora de realizar asignaciones precisas de edad en estos segmentos de población a partir del registro fósil.
Los problemas metodológicos, junto con problemas tafonómicos y culturales pueden estar también detrás de la aparente abundancia de individuos masculinos, algo que parece sin embargo parece la norma en el el fenómeno megalítico ibérico.
La conclusión de los autores es que los dólmenes analizados son espacios funerarios exclusivos, reservados para grupos concretos dentro de la población que tienen derechos particulares o características socio económicas especificas. Estas características determinan el hecho de ser enterrados de esta manera. Parece que en el Neolítico Final son criterios de sexo y edad los que determinan el hecho de ser enterrado en un dolmen, mientras que en el Calcolítico Medio y Final parecen influir otros factores de tipo socio-económico.
Este trabajo aborda una cuestión, que lejos de estar resuelta, sigue siendo fascinante, como es el origen de los procesos de desigualdad social en las sociedades prehistóricas. Si bien desde hace tiempo parece evidente que no se puede defender que las sociedades neolíticas fueron igualitarias, trabajos como éste ayudan a profundizar en la naturaleza de dichas desigualdades. Se deduce de los resultados del trabajo que a la hora de enterrar o no a los muertos en las tumbas megalíticas operan criterios de edad y sexo. Sin embargo no se aborda en profundidad el hecho de que probablemente están influyendo otros criterios añadidos a la hora de decidir que un individuo se entierre o no de esta manera. En mi opinión, no podemos asumir, al menos no de manera acrítica, que estos enterramientos sean el reflejo de una población completa, sino que probablemente se entierran individuos pertenecientes a grupos específicos dentro de dicha población, lo cual implicaría la existencia de criterios de tipo socio-económico que operarían con anterioridad la selección por edad y género observada por los autores.
En cualquier caso se trata de un trabajo meritorio que, desde un planteamiento innovador y superando las dificultades metodológicas que supone el estudio demográfico en este tipo de contextos, ofrece elementos interesantes para reflexionar sobre la desigualdad social en base a la edad y el género durante la Prehistoria Reciente.
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